martes, 17 de junio de 2014

Estamos solos.


Soledad. Tan querida por unos y tan odiada por otros. Aquella que nos tranquiliza, nos calma incluso nos duerme. Un 'solo' puede debiliarte ante la palabra 'peligro', pero puede hacerte más fuerte ante la compañía, la mala compañía. A la que le das tu todo y recibes su mitad. A la que lloras y a la que secas. Y es que es tan real que a veces se despista y viene y va. Soledad es que tu mayor miedo sea olvidarte las llaves y que nadie corra tras de ti, no cerrar del todo la puerta, es oir el aire y acompañarlo. Soledad es un baile sin miradas. Soledad es aquello que todos necesitamos, es descanso y es sueño. Es el fin de un camino pero el comienzo de otro. Que bonita la soledad cuando se necesita pero que desastre cuando sacia. Soledad, un sin sentido, la calma que alguna vez sentimos mientras soltamos palabras en susurro por miedo a que el ruido nos delate ante el silencio, que es lo único que acostumbra a escuchar, a escucharnos en soledad, para así no sentirnos tan solos.