martes, 29 de julio de 2014

Tres de Octubre.


Cuando viste sus pequeñas manitas por primera vez, comprendiste que no habían dedos tan parecidos a los tuyos, aun sabiendo que tu mano eran seis suyas. Se fue haciendo mayor a la vez que adoptaba la rebeldía que tanto temías y la dulzura que tanto añorabas. A medida que descubría el mundo tenías miedo a que viera que le mirabas en cada paso que daba, como el labio que te mordías cuando salía a la calle o saltaba los barrotes de las aceras. Se parecía tanto a ti que la duda te mataba por descubrir esa rabia y esa insensibilidad que heredaría. Cuando ya no saltaba y sonreía como antes, te diste cuenta de que sus ojos sabían lo mal que lo hiciste pero sus labios no se pronunciaban por la misma impotencia que le daba el ser iguales. Y es que sus dedos ya no sujetan los tuyos como a la cometa que fabricaron juntos aquel verano. Es hora de que te des cuenta de que se fue llorando de tu mundo, tal cual llegó a él y de eso el mar ha oído rumores antes que tú.