jueves, 20 de marzo de 2014

Café y canela.


Cinco segundos nos bastó, sólo diez nos separan y quince nos suplican. Nunca había existido algo más débil que las miradas de colores oscuros que juntas daban café, como aquellas mañanas, que mañanas. El enredo de pelo, sabanas y alcohol no era una buena combinación cuando se trataba de responsabilidades, de las que se olvidaban contigo, canela. Café acanelado era el final de nuestra suerte. Y dime, ¿cuántos desayunos sirvieron nuestras miradas?, porque no me aclaro entre tanto silencio. ¿A cuántos labios hicimos morderse? y ¿a cuántos otros tocar mejillas?. Vamos a lanzar maletas abiertas, vamos a tratar de olvidar y no vamos a llorar, cielo, por los cientos de bares heridos con gritos que buscarían responsables, con sillas vacías rezando en soledad y con tan solo dos únicas culpables. Café y canela.Y es que treinta segundos resumen nuestras razones y aun así sobran diez.