domingo, 3 de octubre de 2010


Hay dos maneras de ver la vida: una como si nada fuera un milagro y la otra como si todo fuera milagroso.
                                                                    

Albert Einstein.                                                                  

Made in China


   Llovía, era sábado por la noche y las gotas en mi cara me impedían dormir. El cuerpo me temblaba estrepitosamente, sabía que no esa el más afortunado del mundo, pero el techo de un puesto de fruta me resguardaba un poco. Mi vida consistía en sobrevivir robando y viviendo en plena calle, con destino ninguno.
   Mis calcetines seguían rotos y aín húmedos, la gente me miraba como seimpre, como aquel mendigo y ladrón que era.
   Soy de padre indio y de madre sueca. Eso es lo único que sé de ellos. Desaparecieron en una batalla contra los españoles hace alrededor de 13 años.
   Había atravesado ya varias veces las fronteras de Tailandia ilegalmente, pero era expulsado. Allí no quería a niños indios que lo único que hacían era dar problemas, bueno, ahí solo no, en todos lo países.
   Me dirigía a otro barrio, por lo que había oído decir, estaba mejor que en que hasta ahora me había alojado. Llegué, agotado, intenté acomodarme entre los neumáticos de un viejo taller abandonado. Oía pasos, intenté ignoralos, cerré los ojos y me dormí. La verdad es que estaba muy cansado y eso me ayudó a no enterarme de nada de lo que estaba pasando mientras dormía.
   Me desperté, era de noche...¡No estaba en el taller abandonado! Empecé a gritar, lo hice con todas mis fuerzas. Sabía que eran las mafias de por allí que recogen a niños, para después venderlos o mandarlos a que mendiguen por las calles. Ya me había cogido varias veces, pero siempre escapaba.
   No veía nada, me toqué la cara  para ver si era una venda lo que me impedía ver. No, estaba en una furgoneta, en la parte de atrás. Seguí gritando todo lo que pude, pero mis gritos no me dejaban oir un voz que hablaba por fuera, entónces me callé, era un chica:
- Badú, dile que se calle, va a despertar a los demás niños.
   De repente el plástico que no dejaba pasar la luz, fue bruscamente agitado. Después de unos degundos, pude ver con claridad la cara de la joven. A su lado había un hombre de abundante barba, parecía indio. La niña, en cambio no lo era, nunca había visto un rostro igual, tenía ojos rasgados, su piel era blanca, muy blanca, su mirada no me decía nada, y su liso pelo negro, ondeaba al viento.
- ¿Qué me van a hacer?- dije com mi tono más desafiante.
- Nada, contigo tampoco ganaríamos mucho... con esas ropas, nadie te compraría.- dijo la niña con tono burlesco.

- Senah, sé agradable, debería agradecérmelo, él te ayudará en el trabajo. Algo me dijo que no me querían hacer daño, el hombre extendió su mano derecha y me ayudó a bajar de la furgoneta.
- Estás en China, supongo que habrás oído hablar de ella.
   Yo vivía en el norte de La India, por eso supuse que estaríamos al oeste de China.
- No, bueno, un poco.
- Bueno da igual, yo me llamo Senah...¿y tú?
- ¿Tu eres de aquí, de China?- dije interrumpiéndole muy sorprendido.
- Sí... pero si no me dices tu nombre, te tendré que llamar 'el sucio', como prefieras.
- Me llamo... Miset.
   La verdad, es que nunca me había llamado por un nombre, siempre me decían 'muchacho' o simplemente 'eh tú chaval'. Pero siempre me había gustado ese nombre. Lo oí una vez, decirlo a una mujer de mercado. Por eso, fue el primero que se me pasó por la cabeza.
- ¿Miset?
   A Senah , le costaba pronunciarlo, pero cuando lo dijo su cara se arrugó y eso resultó gracioso.
   Al día siguiente, el hombre junto a Senah, entraron en una especie de nave, en una fábrica.
- ¡Vamos!, no te quedes ahí parado Miset, entra.
   Cuanto más me acercaba, más grande era, nos rodeaban cajas, y más cajas.
- ¿Qué es lo que vamos a hacer?
- Trabajar, ponte aquí.
- No parece difícil, solo hay que montar cajas.
   Senah, se rió. Su risa me decía que eso no era nada comparado con lo que hacía ella y los demás niños, a los que ya me había presentado Badú.
   Hoy tengo mejor aspecto, me había dado pan duro y vaso de agua caliente. Eso me alivió. Las condiciones de aquel sitio no era buenas, pero todos allí nos sentíamos muy cómodos. El lugar estaba aislado, cerca de la frontera con La India. Tenía muchas dudas, no sabía para lo que estaba allí, así que le dije a Senah:
- Senah, necesito hablar contigo.
- Tenemos que trabajar Miset, no te distraigas, hazme caso- dijo apenas moviendo los labios.
   Lo mejor era que me callara y que me pusiera a montar paquetes al furgón. Había unos hombres mirándonos junto a Badú, no tenían malas vestimentas y no parecían pobres.
   Transportaba cajas muy pesadas, me dolía mucho el hombro, pero por las monedas que me daban, valía la pena. Pensaba en muchas cosas; en lo bien que se portaba Senah conmigo sin tener motivo, en la mirada que ponían esos hombres cuando soltaba de vez en cuando un suspiro... Todos los paquetes que transportaba llevaban la misma frase: Made in China.
   El sol del día provocaba pequeños espejis
mos en el horizonte. Mi cuerpo cubierto se sudor, cada vez estaba más débil. Los hombres ya no estaban. De repente alguien me cogió del brazo y me lanzó contra el furgón. Era Senah, me tapó la boca con su suave mano. Nuestro cuerpos chocaban, su mirada me tranquilizó y de algún modo estar tan cerca de ella me gustaba.
- Ese niño no nos servirá de nada- dijo una voz grave.
- Pero... démosle una oportunidad. ¡Está enfermo!- dijo una voz muy parecida a la de Badú.
- No. Ya saben lo que hacer con él.
- Claro señor- dijeron dos voces, que parecían ser los servidores del hombre.
   Cuando aquel extraño hombre se fue, Senah se quedó mirándome fijamente, su mano ya no tapaba mi
boca.
- Es mi hermano- dijo Senah con un lágrima cayendo por su mejilla-
- ¿Qué?- grité
   Mi grito había atraído al hombre con el cual conversaba el extraño. Efectivamente era Badú.
- He hecho lo que he podido- dijo Badú llevándose las manos a la cabeza.
   Sanah no pudo contenerse y corrió, se fue detrás de los que ayudaron al hombre de grave voz a llevarse a su hermano. Pero Badú se lo impidió-
- Déjame ir- repetía una y otra vez Senah desesperada.
   Por la noche, después de mi turno, no pude esperar más, fui a la habitación de Senah y de dos compañeras más.
- No está- dijo una de las jóvenes que compartían cuarto con Senah.
- Tú debes de ser Miset, ella habla muy bien de ti.
- ¿Dónde está?
- No lo sé, ¿ha pasado algo?
   Cerré la puerta, no pude contastarle, tenía que buscar por todos sitios, pero debía de tener cuidado con los hombres que andaban por ahí vigilando.
   Buscaba y buscaba pero no la veía, me dirigí al bosque, ya habían pasado dos horas desde la desaparición de Senah.
- ¡Senah!, ¡Senah!...
   Por más que gritaba su nombre no lograba encontrarla. Pero de repente oí algo, lloraba. Me tranquilicé, supe que la había encontrado. Rápidamente me acerqué. La vi tirada en el suelo, un árbol me impedía ver lo que agarraba con sus manos. Me rodé, era su hermano, su cabeza sangraba. Ya no había forma de salvarlos. Me vio, se levantó y me abrazó. Me dijo:
- Solo me quedas tu.
   Su cabeza se apoyaba en mi pecho. Mi mano la acariciaba lentamente, sentía que ahora tenía que protegerla.
- Tranquila, nos iremos de aquí. Te lo prometo.


sábado, 2 de octubre de 2010

Bienvenidos a todos

El refugio de mis manos, es un blog donde tanto las alegrías,
como los momentos tristes estarán plasmados en mis historias. Les doy a todos la bienvenida y... ¡Espero que os guste mi blog! Un Beso.