domingo, 11 de octubre de 2015


Me amarga,

me amarga el sabor del miedo que hace que el mundo empiece a desbordarse por un lado.
El olor a humanidad concentrada en países que se supone que desarrollan algo que de los que se huye carecen.

Me amargan los brazos que no abrazan y las brasas de este mundo, en donde si sales descalzo a la acerca te queman.

El sabor a entrañas que mueren con miedo a que te los comas o que los saques a pasear en pasarelas, que están hasta el cuello huesudo de aguantar tan poco peso.
Me amarga el sabor a aglomeraciones sucias y en manada que buscan humildad en capitales capitalistas, mientras hay una fila de hombres agachando la cabeza al feminismo.
El sabor de las barras que me encierran en este mundo en el que empiezan a tirarse cabezas por la borda y creen haber dado con la solución.

Me amarga el sabor de miles de humanos que se dirigen al centro de la globalización, y apenas se dan cuenta que es un pozo a punto de ahogarse, de ahorcarse al revelar que el mundo se gasta y que no vale pasta que arregle el destrozo.

Me amarga y me quema.

Nos mata.