Me amarga,
me amarga el sabor del miedo que hace que el mundo empiece a
desbordarse por un lado.
El olor a humanidad concentrada en países que se supone que
desarrollan algo que de los que se huye carecen.
Me amargan los brazos que no abrazan y las brasas de este
mundo, en donde si sales descalzo a la acerca te queman.
El sabor a entrañas que mueren con miedo a que te los comas
o que los saques a pasear en pasarelas, que están hasta el cuello huesudo de
aguantar tan poco peso.
Me amarga el sabor a aglomeraciones sucias y en manada que
buscan humildad en capitales capitalistas, mientras hay una fila de hombres
agachando la cabeza al feminismo.
El sabor de las barras que me encierran en este mundo en el
que empiezan a tirarse cabezas por la borda y creen haber dado con la solución.
Me amarga el sabor de miles de humanos que se dirigen al
centro de la globalización, y apenas se dan cuenta que es un pozo a punto de
ahogarse, de ahorcarse al revelar que el mundo se gasta y que no vale pasta que
arregle el destrozo.
Me amarga y me quema.
Nos mata.