jueves, 18 de julio de 2013

Aquellos días.


Una tarde de Junio, poca lluvia inundaban las calles de gente con gafas, abanicos y grandes y viejos toldos azules. Dos niñas jugaban con sus melenas, tan iguales como distintas. Largas, pero de una manera diferente. El rubio de la pequeña era limpio y sano, mientras el oscuro inundaba los rizos entrelazados con los que jugaba la pequeña de pelo liso.
Sus ojos no se cruzaban pero sus manos se tocaban y sus risas coincidían. Todo parecía dar lugar a una unión verdadera y única. Siempre encontraban el mismo barco en el mar, y siempre pisaban las mismas aceras, se distanciaban una de la otra, pero rápidamente giraban sus cabezas para ver si corrían tras de ella.
No habían niñas más bonitas cuando estaban juntas, y más tristes cuando sus pelos no se rosaban.
Pero llegó un mes de Junio, en el que sus largas melenas, se encontraban diferentes, con muchos más cortes y con muchos más cambios. Sus manos grandes no se querían rosar, el rubio pasó a ser más oscuro, mientras que los rizos de la mayor fueron desapareciendo y cambiando constantemente de color.
Aquel barco desapareció, ahora ambas caminan, incluso huyen, pero por aceras diferentes.No existirán uniones tan verdaderas, no habrán risas más sinceras, se acabaron los juegos.
Ahora, los cabellos se buscan, pero la distancia les impide tocarse, cuando se ven, se alejan, es más, no se quieren acercar, porque ambas cabelleras saben que si se unen las risas no serán tan sinceras y el color de uno apagará el otro. Niñas que nacen juntas, mueren solas..

No hay comentarios: